Rompiendo Mitos


Porque ,por ejemplo, el tal Atlacatl no existió jamás.
No hubo tal padre de la nacionalidad que no fuera el áspero coloso patinado,
hijo de Valentín Estrada, que les oteaba bucólicamente el culo a las
pobres putas de la Avenida Independencia con visera de ahuyentador
de conquistadores o de la puritita Manuela Palma ( dicho sea de paso
para insistir en un tipo de expresiones valiosas solamente cuando son el único patrimonio).

Porque nunca, nun-ca, se dio ese fantástico concurso mundial
de himnos nacionales en cuyo seno __ je ajegura, je dije, rumoran fuentej
por lo general bien informadaj __, el Saludemos la patria orgullosos ganó
un tercer lugar tipo están - verdes - las -uvas, detrás ( honrosísima y ú-ni-ca-men-te)
del Allons, enfants de la patrie y el Mexicanos al grito de guerra y no sé cúantas cosas del cañón.

Porque desde Choluteca hasta Puntarenas y desde Chiquimula hasta Anchorage
( ay, dundos, América no es la mágica cerosidad, la perfumería venenosa que dicen
esos bichos Riosecos, los Paseyros o Arciniegas que tanto abundan y que andan
dejando cagaditas de mosca en los libros) no hay quien deje de tomarnos el pelo
( aun en el caso de presentar ese aspecto envejecido de vergüenza, a causa
de la perenne y desesperada deserción) por guanacos, ni quien deje de carcajearse
hasta morir de una reventadura de vena por nuestra forma apangada de decir cosas
como " achís la babosada, ve qué cipota más arrecha para darle junto al nance, sos vos",
ni quien deje de tomarnos la medida de tontos, a pesar de la rentable aureola de borrachos,
ladrones, don juanes y gallos para el cuchillo o los dados del chivo, que hemos hechado a rodar en cuanto en cuanto hemos podido, hasta un nivel capaz de causar conflictos de conciencia
a los más osados agentes de turismo en el extranjero.

( Pobrecito Poeta que era yo , UCA editores 1994 )