SUCESOS DE 1969.
A Ricardo Arrieta.
No es
necesario jurar que lo que narrare aquí es un hecho realmente ocurrido.
Los incrédulos podrán consular los diarios salvadoreños
del primer semestre de 1969.
En San
Salvador hay un zoológico. Se encuentra en un parque mas bien bonitillo
en la zona sur de la ciudad. Como San Salvador debe tener cerca de medio
millón de habitantes, el tamaño del zoológico -una
superficie de unas cinco, seis, siete u ocho manzanas- es bastante satisfactorio,
sobre todo si hacemos las comparaciones del caso con los zoos de otras
ciudades mayores, el de La Habana, por ejemplo, para no ir muy lejos, que
viene siendo una cagadita.
En el
zoológico de San Salvador, en una jaula de la sección número
uno de micos y monos, habita desde hace varios años un mandril bautizado
por el público con el nombre genérico que a los mandriles
suelen dar en varias zonas centroamericanas, es decir, Pavián. Lo
que habla muy mal de la imaginación popular o muy bien de la haraganería
salvadoreña, pues habría sido preferible un nombre mas personal,
más tibio o más emparentado con la historia del género
humano. Pavian se hizo muy famoso entre los asistentes asiduos al zoo,
por su desfachatada (y muy aplaudida) costumbre de mostrar su pene a las
mujeres, actividad en que el feo animal ha mostrado una persistencia francamente
pasmosa.
Hay que
decir que el zoológico es uno de los paseos más concurridos
de San Salvador, fundamentalmente porque para entrar en el y recorrerlo
no hay que pagar un solo centavo. Los cines en cambio son carísimos,
los teatros no existen y a los bares no puede uno llevar a los niños.
La concurrencia
de la mencionada actividad erotico-animal, por un lado, y la afluencia
del público al zoo, determinada Por las
condiciones sociales y económicas del pueblo salvadoreño,
por el otro, hicieron de Pavián un ser famoso, como nunca antes
lo fuera un mandril de la familia "Culo de guinda."
En los
meses de abril y mayo de 1969 aparecieron en la prensa diaria de El Salvador
diversas informaciones acerca de la compra de nuevos ejemplares para el
zoo salvadoreño, efectuada en diversos criaderos y zoológicos
de los Estados Unidos, por el Director de aquél, un arquitecto de
jardines cuyo nombre se me escapa por el momento. Entre los anunciados
osos hormigueros, serpientes, druilas y cebras, Ilaino especialmente la
atencion la noticia de la compra de una mona mandrila, destinada -según
declaración expresa y evidentemente orgullosa del director- a convertirse
en la esposa de Pavian.
El diario
El Mundo, Propiedad de una sociedad Anónima a la que Pertenecen
algunos de los más importantes personajes del Gobierno salvadoreño
actual, editado y dirigido por un joven poeta y escritor de cuentos de
ciencia-ficcion (que se graduara como abogado en Bologna, y fuera posteriormente
diplomático por El Salvador ante te los gobiernos de Italia, República
Federal Alemana, etc., lo cual habla de un nivel mayor que la simple alfabetización),
tomo en sus manos la tarea de efectuar, en torno al simiesco enlace, lo
que suele llamarse una promoción publicitaria.
Con tal
objetivo, dicho periódico convoco a un concurso infantil ("exclusivamente
para los niños salvadoreños") consistente en buscar
un nombre para la innominada prometida de Pavian. Entre los niños
que coincidieran en proponer el nombre que tuviera más adhesiones,
se efectuaría un sorteo y -se escogería a diez triunfadores
que serían convenientemente premiados.
Convenientemente
para la tesorería de El mundo, digo yo, porque el mismo anuncio
de los premios indicaba -según un nivel normal de apreciación-
que la cosa no ameritaba mayores entusiasmos. El primer premio consistiría
en una bicicleta mexicana, el
segundo premio en un par de zapatos, el tercero en no se qué y ya
el décimo venía siendo cualquier cosa, un tubo de caramelos
o una suscripción a El Mundo por dos semanas. Nada de viajes
a Europa con todo y familia, o casas de cien mil dólares o automóviles
Mercedes Benz.
Duramente
algunas semanas, El Mundo dedico abundante espacio a informar sobre
los avances del concurso. Un día se anuncio que las reinas de belleza
de varias entidades nacionales constituirían el tribunal de honor
que haría el recuento de los votos para los nombres propuestos y
que efectuarían en seguida el sorteo entre los adherentes al nombre
ganador. Días después se preciso la fecha en que se anunciarían
los resultados del concurso y los nombres de los triunfadores.
La repartición
de premios se fijo para la mañana de un domingo de mayo que suelen
ser espléndidos en El Salvador- con un ceremonial a efectuarse precisamente
frente a la jaula de Pavián y su esposa. La noche del sábado
inmediatamente anterior, un conocido mariariachi de San Salvador ofrecería
una serenata a los nuevos cónyuges. Una serenata en privado, se
puntualizaba. Inexplicablemente A menos que...
Por fin
Llegaron los días esperados. En la edición correspondiente
al sábado de la serenata, víspera de la premiación,
El Mundo, anuncio en primera plana, con caracteres de escándalo:
"La Novia de Pavian se llamaría Reinalda, por mandato de los
niños de El Salvador." Al parecer los niños salvadoreños
habían creído justo colocarle a la inmediata media naranja
de Pavián, el nombre del personaje de la canción popular,
bastante high camp a pesar de su contemporaneidad: Reinalda, la
de la minifalda. El Mundo cerraba la información invitando
a sus lectores para la ceremonia del dia siguiente.
Yo, que
me enteraba de todo este proceso precisamente por medio de las páginas
de El Mundo, me sorprendí vivamente cuando a partir de aquella
invitación, de un día para otro, desaparecieron todas las
menciones con respecto al concurso y la ceremonia de premiación.
Sin embargo,
me tranquilicé pensando que toda aquella actividad debió
haber quedado tan pálida y grotesca a la vez, que habría
caído en el mas total y merecido fracaso del mundo y que El Mundo,
habiendo visto cumplidos sus propósitos publicitarios con el
barullo armado desde sus páginas, había decidido olvidarse
del asunto. Reinalda y Pavián -seguí pensando- pasarían
de nuevo a la pequeña gloria dominical consistente en salpicar de
erotismo primitivo el paseo finisemanal de las familias obreras y artesanas
de San Salvador, sin saber que habían sido por algunas semanas,
en las paginas de El Mundo los principales disputadores de espacio
tipográfico frente a los colosales astronautas yanquis, las colosales
matanzas yanquis en Vietnam y los colosales asesinatos de los drogadictos
de Nueva York.
¡Pobre
de mi, qué lejos estoy del corazón de mi patria!
Por las informaciones de otros periódicos salvadoreños, cables
de la prensa internacional, cartas de testigos presenciales y otras yerbas,
pude enterarme de la verdad.
Al acto
de premiación asistieron, de acuerdo con los datos proporcionados
por la administración del zoo (cuya exactitud se debe a que, aunque
la entrada es gratis, se extiende un ticket numerado a cada persona que
ingresa), doscientas trece mil cuatrocientas cinco personas.
Si hemos dicho que el zoo de San Salvador tiene una superficie máxima
de ochenta mil metros cuadrados y que la mayor parte de esta superficie
esta ocupada por las jaulas de los animales en exhibición, dispensarios
de veterinaria, oficinas, un lago en cuyo centro surge una isla rocosa
poblada de muchos otros monos, fuentes, juegos mecánicos para niños,
expendios de comida o refrescos, etc., el tipo de apretujamiento humano
que hay que suponer se dio allí podría ser un adelanto de
lo que va a pasar en el mundo si no nos las ingeniamos para llegar por
lo menos a Marte antes de cien años.
Resultados:
Un zoológico
prácticamente destruido; un niño desilusionado regresando
a casa con apenas el manubrio de una bicicleta que el señor Director
de El Mundo logro lanzarle completa antes de que una ola humana
se lo tragara y lo hiciera aparecer, desnudo ya, unos veinte metros al
norte de la jaula de Pavián; veinte personas gravemente heridas
a cuchillo cuando trataron de impedir por la fuerza que el ladrón
que tenían al lado les llevara la cartera, el reloj y la chaqueta;
treinta y tres hombres y mujeres noqueados por otros sendos ladrones que
en lugar de cuchillo portaban cachiporras y garrotes; setecientas veinte
mujeres de distintas edades, desnudadas en forma violenta, es decir, en
uso del método de arrancarles la ropa, total o parcialmente; ochenta
y cuatro mujeres violadas (cuarenta y una de ellas, previamente desnudadas
en la forma anteriormente descrita; cuarenta y tres, sin desnudar); trece
policías desarmados, despojados de sus botas, kepí, correaje
o pantalones; siete personas (una señora de su casa, dos tenedores
de libros, un Sacerdote redentorista, una niña hospiciada y dos
jugadores del fútbol del equipo "Lope del Río Sporting
Club," precisamente el defensa derecho y el interior izquierdo) muertos
a pisotones por la multitud despavorida, momentos después de que
algún chusco no identificado aún grito: ¡¡Se
escaparon los leones !!; un estudiante muerto a tiros por la policía,
estudiante al cual, se asegura en el parte oficial, se le encontró
propaganda castro-comunista y un artefacto presumiblemente explosiva a
juzgar por la forma, el tamaño y los ruiditos que emite; doce personas
gravemente intoxicadas por picaduras de serpiente barba amarilla, cascabel,
zumbadora, chinchintora y bejuquilla, a causa de haber caído contingencialmente
en el foso de los reptiles; trece ventas de golosinas y refrescos borradas
del mapa; trescientas trece personas capturadas como sospechosas de tratar
de aprovechar el desorden para atentar contra la seguridad del Estado;
un oso hormiguero, recién venido de Florida, muerto por falla cardíaca,
en cuya adquisición (es decir, no de la falla cardíaca, sino
del oso hormiguero) se habían invertido cinco mil seiscientos dólares
en divisas del erario nacional, más de seis mil niños perdidos,
de los cuales quedan en poder de la Policía ochocientos setenta
y tres, para los cuales se ha tenido que erogar un presupuesto de emergencia,
aunque se sigue confiando en que la responsabilidad y el amor de sus padres
terminaran por hacerse efectivos en forma conveniente para todos; un supermercado
de propiedad norteamericana incendiado, cuando la multitud había
salido por completo del zoológico y comenzó a organizarse
en forma más unitariamente destructiva, sublimando su nerviosismo
en contra de grandes propiedades privadas que, una vez echado un vistazo
alrededor, le parecieron de pronto ofensivas y culpables de todo; dos miembros
del Partido Comunista de El Salvador expulsados sumariamente de la organización
porque después del susodicho incendio comenzaron a gritar "A
Casa Presidencial, a Casa Presidencial," lo cual (independientemente
de que fueran reducidos al silencio por una enérgica y bien coordinada
acción de otros camaradas que por casualidad y felizmente se encontraban
en las inmediaciones) comprometía al Partido en una acción
típica de espontaneismo pequeñoburgués que no se podía
quedar así.
Finalmente,
tras la tempestad, vino la calma. Los animos
se serenaron, las buenas costumbres se impusieron. Y la Virgen del Rosario
bien contenta.
Pavián
seguirá mostrando su pene color mandarina a las muchachas y, cuando
reparen el zoológico, hasta los muchachos comenzarán también
a llegar, displicentemente, para ver qué se va a dar Reinalda en
ese terreno, inedito entre los espectáculos. Eso, claro esta siempre
y cuando la guerra con Honduras, que comenzó algunas semanas después
de ocurridos los acontecimientos narrados en este poema, no termine por
convertir al país en un zoo más apretujado que el zoo de
San Salvador en la mañana del domingo que se llamó 25 de
mayo de 1969.
(Tomado de "Las Historias Prohibidas
de Pulgarcito").
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