Universo crítico
La muerte de un poeta (y XI)
 

Geovani Galeas
geovanigaleas@hotmail.com
Colaborador de LA PRENSA GRÁFICA
 

 
 
En octubre de 1981, en París, el poeta Roberto Armijo estaba devastado por el dolor. Seis años antes lo había sacudido la noticia del asesinato de Roque Dalton, su hermano del alma. Ahora venían a decirle que el menor de sus hijos, Manlio, había muerto en combate. En realidad, se había suicidado cuando, herido y cercado por un equipo contrainsurgente de élite, protegía en solitario la fuga de otros compañeros.

Pero eso no era todo, su otro hijo, el mayor, Claudio, que había sido secuestrado y dado por desaparecido, estaba siendo atrozmente torturado en una cárcel hondureña.

Cuando lo de Dalton, Roberto había denunciado públicamente a sus asesinos, la jefatura del ERP, a quienes llamó traidores y chacales. En esa denuncia lo había acompañado, con adjetivos igualmente furibundos, el filósofo francés Regis Debray, compañero del Che Guevara en la selva Boliviana y también hermano de Dalton en las letras y los afanes revolucionarios.

La contradicción de Roberto consistía en que sus dos hijos eran comandantes guerrilleros, precisamente en las filas del ERP. Sin embargo, tomó el teléfono y habló con Debray, por entonces número tres en el gobierno de Francia.

Poniendo en movimiento la poderosa maquinaria internacional de sus contactos políticos, Debray logró la liberación de Claudio.

Cuando por fin, después de un intensivo tratamiento clínico de recuperación, Claudio logró encontrarse en París con su padre y con Debray, entre otras muchas cosas hablaron del caso Dalton.

En síntesis, el comandante explicó lo siguiente: Dalton, en efecto, no era agente de la CIA, pero se había embarcado en una pugna de poder contra Rivas Mira. Este último había ordenado su ejecución, misma que había sido consumada por Vladimir Rogel. Pero Rivas Mira había desertado del ERP en 1976.

Luego, la nueva jefatura guerrillera, encabezada entre otros por Joaquín Villalobos y el mismo Claudio, después de una profunda autocrítica respecto de una marcada desviación militarista en la organización, había decido ejecutar a Rogel, quien pugnaba por perpetuar los métodos de Rivas Mira.

“Mi padre y Debray lo entendieron perfectamente”, me dice Claudio, que siguió combatiendo hasta el final de la guerra, “hasta el punto en que ambos siguieron colaborando con nosotros en tareas del frente internacional, y fueron claves en el diseño y la negociación del pacto franco-mexicano, que nos reconoció como fuerza representativa”.

(Pausa)

Las 11 entregas que hasta ahora he publicado en este espacio sobre la muerte de Roque Dalton han sido escritas en el curso de una investigación que aún no concluye. Dicha investigación ha tenido por base una búsqueda bibliográfica y una serie de entrevistas personales con los protagonistas directos de aquel oscuro incidente.

Sin embargo, y aunque las gestiones están muy avanzadas y existen suficientes signos alentadores, todavía no he conseguido el testimonio vivo de tres de los principales protagonistas, incluyendo entre ellos al de mayor relevancia: Alejandro Rivas Mira, que en algún lugar del mundo, en estricto anonimato, guarda en su memoria la información que, por fin, podría aclarar definitivamente la muerte del poeta.

Durante la pausa, continuaré publicando en este espacio trabajos relacionados con nuestra vida cultural.

Pero no quiero cerrar este capítulo sin agradecer a los lectores que me alentaron con sus muestras de afecto en numerosas comunicaciones.