La muerte de un poeta (V)
Geovani Galeas
geovanigaleas@hotmail.com

La Prensa Grafica , 4 de marzo 2003

 

 
 
Cayetano Carpio y Alejandro Rivas Mira organizaron las primeras guerrillas salvadoreñas en 1970. Carpio, un viejo líder obrero, era secretario general del Partido Comunista, del cual fue virtualmente expulsado en 1969 por intentar volcarlo a las armas.

Empeñados en la legalidad, los comunistas construían alianzas electorales con la Democracia Cristiana. Fueron disidentes de ambos partidos los primeros guerrilleros. Carpio nucleó a los comunistas en las FPL, Rivas Mira a los cristianos radicalizados en el ERP.

Ambos grupos reclamaban para sí el papel exclusivo de vanguardia revolucionaria. Carpio, formado a la vieja usanza en el activismo sindical, más un curso político en la URSS en los años cincuenta, desconfiaba de los jóvenes cristianos, a quienes consideraba pequeños burgueses aventureros.

Rivas Mira, era un dirigente estudiantil con aura de genialidad,que propugnaba un marxismo heterodoxo, asimilado en universidades europeas en tiempos de las audaces renovaciones conceptuales que culminaron con las revueltas parisinas de 1968. Para él la línea soviética resultaba anacrónica.

En suma, las FPL planteaban una larga guerra sobre la base de la alianza obrero-campesina, en tanto que el ERP proponía resolver el problema nacional, a cortísimo plazo, mediante un golpe de Estado en colaboración con oficiales del Ejército Nacional. Táctica proceso contra táctica plan.

Los comunistas, por su parte, alegaban que los guerrilleros eran provocadores al servicio de la CIA, y éstos denunciaban que aquellos los delataban a la policía. La acusación de ser “agente del enemigo” era entonces lo más común y corriente.

Lo grave es que esa “lucha ideológica” se daba en la clandestinidad militarizada y con la policía pisando los talones de todos. La fanatización sectaria y la desconfianza, la sobrevaloración de la capacidad militar y el desprecio al debate intelectual fueron las consecuencias naturales.

Dalton, en Cuba, había roto con los comunistas y desesperaba por tomar las armas. Por trayectoria y afinidad ideológica, lo lógico era que se sumara a las FPL. Pero Carpio le negó el acceso, no sólo por la ya legendaria bohemia del poeta. Tenía, como ya veremos, motivos mucho más graves.

Rivas Mira viajó a La Habana en 1972 y pactó con la dirigencia cubana el ingreso de Dalton al ERP. Ahí comienza la cadena de absurdos. ¿Por qué los cubanos estaban tan interesados en situarlo en una organización no afín ni a ellos ni al poeta mismo? ¿Por qué lo aceptó Dalton, sabiendo que entre él y Rivas Mira había un abismo ideológico? ¿Qué ganaba Rivas Mira al introducir a un adversario en su propia casa?

La ingenuidad o la mala fe han fabricado la imagen de Dalton como un venadito perseguido o un conejillo asustado al que todos maltratan. No. Él era a la vez un poeta irónico hasta la crueldad, un bohemio contumaz y un ideólogo beligerante que había asumido ya el riesgo de morir, sí, pero también el de matar, con todas sus consecuencias.

Era, en viva y permanente contradicción, un artista rebelde y un cuadro político que había jurado reiteradamente sometimiento a la jerarquía y lealtad a la jefatura... pero, ¿quién era su jefe? De sus ensayos teóricos sobre la revolución latinoamericana no se desprende que pudiera serlo Rivas Mira ni Fermán Cienfuegos, y mucho menos Joaquín Villalobos... De nuevo, entonces, ¿qué hacía Dalton en el ERP? (Continuará.)