Sábado 6 de Octubre de 2001
Diario Co_latino

 

DE COMO Y POR QUE ROQUE DALTON LLAMO VIEJUEMIERDA  
A DON ALBERTO MASFERRER


 

Entre las varias resonantes blasfemias que contra la
cultura oficial profieren Las historias prohibidas del
Pulgarcito (1974),  sobresale el poema ìViejuemierdaî,
especie de diatriba contra  Alberto Masferrer, a quien
David Escobar Galindo ubica en ìel trípode en que
descansa la cultura nacional del presente siglo...
Gavidia, Ambrogi, Masferrerî  (Indice antológico de la
poesía salvadoreña, UCA, San Salvador, 1982; p. 126).

 

Aunque el título del poema, una expresión frecuente en
el
habla popular salvadoreña, parece arremeter
directamente contra la figura personal de Masferrer,
la
intención de Dalton, como el mismo lo da a
entender, es más bien develar el uso que de la obra de
este escritor había hecho y seguía haciendo la cultura
oficial salvadoreña
Unos veinte años atrás, otro de los escritores más
relevantes de la Generación Comprometida, Alvaro
Menéndez Leal  (1931 ­ 2000), había desatado un
avispero en el ámbito cultural del país al publicar,
en
marzo de 1953, una serie de cuatro artículos bajo
el
tema ìUn joven poeta viene y habla de Masferrerî y
con el
título ìEn tierra de ciegos...î,  en El Diario
de Hoy.   En
ellos plantea  ìla revisión
masferrerianaî para ìsituarle, ubicarle certeramente,
sin pretender
medirle nunca con patrones actualesî
(
cfr. ìLa nueva poesía salvadoreña : La Generación
Comprometidaî,  de Mario Hernández Aguirre, en
Cultura,   No. 20, Mined, San Salvador, abril-junio,
1961; pp. 77-99). 
Alvaro, un
joven de 22 años a la sazón, instigado
según se dice por el director del periódico,
escandalizó gravemente a los masferrerianos, que eran
legión en el ámbito intelectual, sobre todo entre
escritores y maestros, quienes tenían al filósofo y
ensayista nacional como paradigma del apostolado
ético, y reivindicaban, retóricamente no más, su
doctrina mínimum-vitalista. El novel escritor
afirmaba, entre otras audacias, que Masferrer no se
había encontrado a mismo; no le concedía el relieve
ni de Apóstol ni de Maestro ni de un pensador
trascendenteìSu mediocridad  ó  escribe ó  seamos
sinceros, aunque duela a muchos, no es sino producto
de
nuestra propia mediocridadî. (Hernández Aguirre,
art.
Citado). 
Una avalancha de más de 300 artículos, la casi
totalidad rechazando las posiciones del osado joven
poeta, fue la respuesta. Conferencias, reuniones de
intelectuales, actos de desagravio proliferaron en
defensa del ìMaestroî. Claudia Lars,  Oswaldo Escobar
Velado, poco  más tarde Matilde Elena López,
defendieron al cuestionado filósofo. Sin embargo, el
intento de Menéndez Leal de someter a revisión a esa
figura oficial y con ella los valores culturales y
literarios del pasado inmediato, fructificó. Sus
críticas  no fueron  radicales ni irrespetuosas,
puesto que  reconocía que en su época aquel había sido
ìun jalón avanzadísimo,  y como tal debemos leerloî.
(ibid. p. 92).
Poco después surgieron voces serenas,
con
nuevo sentido crítico, votando por la revisión de
los modelos o ìmaestrosî de nuestra cultura, tales
como Masferrer y Gavidia
El
poema de Dalton conlleva una actitud mucho más
radical e
irrespetuosa que los artículos de Alvaro.
Este texto le ha valido a Roque numerosos reclamos por
considerarlo una exageración y un desentono. Ahora
(2001), un
cuarto de siglo después de la aparición de
ìViejuemierdaî, casi nadie le perdona  el poema,
asegurando que aquí a nuestro escritor se le fue la
mano, o más bien la lengua... 
 La
dureza con que Roque califica el rol de Masferrer
puede explicarse como una polarización ideológica,
como un ataque frontal al reformismo de las dictaduras
militares. El texto apareció en un contexto ya
francamente bélico (1974), en los inicios del
movimiento guerrillero como fase de culminación de los
procesos revolucionarios de los que Dalton fue no sólo
conocedor sino destacado protagonista. Es un ataque
rudo a l retoricismo oficial, burgués y demagógico. De
ahí versos tales como : la tontería esa del verbo
fustigador   y    el mejor aliviador para la gran olla
de
presión.    Según el líder de los ìcomprometidosî
la
misión del poeta no puede quedarse en la palabra,
por muy fustigadora que esta sea : va más allá, a la
acción, a la militancia, al compromiso político. Así
lo
enfatiza, por ejemplo, en ìArte poética 1974î, de
Poemas clandestinos  (RN, ed. Post. 1977) :  Poesía,
perdóname por haberte ayudado a comprender  /  que
no
estás hecha sólo de palabras.   (p. 16)
Se
trata, pues, del choque de dos éticas sociales
inconciliablesmientras Dalton propone ir más allá
de
las palabras y que los pobres desenvainen los
machetes, Don Alberto
condena todo tipo de violencia,
sin
concesiones  :  No estamos obligados a vivir si no
podemos vivir en la luz. Si nuestro sustento y nuestra
casa y
nuestro vestido y nuestro recreo y nuestra
cultura no pueden absolutamente proveer del trabajo
limpio; si nuestra desdicha fuera tanta que nos veamos
arrastrados a vivir del revólver, entonces no vivamos.
¿
Qué necesidad hay de que vivamos?  ¿Qué necesidad hay
de
que yo viva si para vivir yo otros han de morir o
han de vivir en la corrupción, en el crimen y en la
ruina?    (Ensayos ,   CONCULTURA,  San Salvador,
1996; p. 119). 
 La
escritura masferreriana responde a las tendencias
democratizantes, humanistas e idealistas de finales
del
siglo XIX y, más o menos, las primeras tres
décadas del siglo XX. En ese lapso la utopía
masferrianaluego articulada al laborismo araujista
(1930-1932), de
influencia inglesa, era auténtica, si
bien resultó inviable. Después el masferrerismo devino
retórica, manipulación discursiva, envoltura del
reformismo de la dictadura oligárquico-militar. A este
respecto, merecen citarse las consideraciones de dos
de
nuestros mejor reconocidos sociólogos :  Rafael
Guidos Vejar, Ascenso del militarismo en El Salvador 
 (
EDUCA, San José, 1982)  y  Rafael Menjívar Larín,
ìNotas sobre el movimiento obrero salvadoreñoî, en :
Pablo
González Casanova (comp.),  Historia del
movimiento obrero en América Latina    , UNAM-Siglo
XXI, México, 1985; pp. 61-127.  Ambos
autores
coinciden en ver a Masferrer como ideólogo del
proyecto burgués, modernizante, democrático si se le
compara con el del dictador Martínez, pero que fracasó
en 1932. Ambos
caracterizan el vitalismo como un
reformismo que resultó inviable y tuvo que ceder el
espacio político nacional a una especie de
ìrefeudalizaciónî.
El
uso de Masferrer por parte de esos regímenes
dictatoriales, refeudalizantes, resultaba, por tanto,
espurio. Eso es lo que denuncia Dalton tan acremente.

Sin embargo,
cuando se escriba la historia de las
ideas o de la
filosofía  en El Salvador,  tarea
pendiente, Masferrer destacará sobre todo en el
capítulo de la ética. Sostiene a este respecto Escobar
Galindo
que  ìcon Gavidia y Ambrogi constituye la
tríada de fundadores de la cultura salvadoreña :
Gavidia, el humanista; Ambrogi, el descriptor de la
naturaleza; Masferrer, el moralista socialî
(
Indice..., op. cit. p. 188). Aunque no estoy de
acuerdo con David en que sea esa la tríada fundamental
de
nuestra cultura, coincido con él en que nuestro
máximo moralista social ha sido don Alberto.
Dalton
muestra un exceso de ideología al descalificar
tan
taxativamente al bueno de Masferrer, pero a pesar
de
ese y otros excesos de su vida y de su obra, se
muestra consecuente con su sentido del compromiso
militante y de entrega a la lucha de clases. La
diatriba antimasferreriana es parte del pragmatismo
revolucionario de nuestro poeta : puesto que los
ensayos de aquel maestro servían tan hábilmente al
reformismo oficial, enemigo ideológico de la
revolución socialista, había que contraatacarlos como
lo
que eran : instrumentos de la contrarrevolución. Si
el
masferrerismo redituaba tanto a las clases
dominantes, era del caso, según Roque, desenmascararlo
a
rajatabla. Para el contexto cultural y político de
la pre-
guerra (1970-1979), ìViejuemierdaî resultaba un
mensaje muy productivo : era un no rotundo al
reformismo y a la retórica de gobiernos y clases
sociales que en su práctica política no tenían nada de
democráticas ni de humanistas.
El
radicalismo revolucionario de Roque lo lleva a
desconocer la labor ingente de dos máximos patriarcas
del
modernismo salvadoreño : Gavidia y Masferrer,
tratándolos sin ningún miramiento, de ìviejito locoî
al
primero y de ìviejuemierdaî al segundo. Pero,
propongo, el móvil esencial de esas diatribas no
fueron en tan ilustres varones sino el uso que de
su obra han hecho los sectores dominantes. Entonces,
en el
fondo, su blanco es la hipocresía de la retórica
burguesa. En un momento de ascenso de la lucha armada
y de
polarización de la sociedad nacional, los ataques
de  Dalton a
los santones del régimen sonaron bien
para las fuerzas revolucionarias, contribuyeron,
extremista pero consecuentemente, al acrecentamiento
de la
voluntad de lucha y de cambio. Por supuesto,
para las fuerzas conservadoras fueron piedras de
escándalo, imperdonables blasfemias de un poeta
permanentemente satanizado y perseguido por el régimen
político-militar entonces vigente
Si examinamos la evolución literaria y cultural de
nuestro país desapasionadamente, por encima de las
ideologías y de las coyunturas políticasdeberemos
admitir que Dalton pecó de severo. Aun así, empero,
sin
aprobar ni desaprobar esa radicalidad, advertimos
una actitud consecuente con su credo político, el
marxismo-leninismo, y con su utopía de un socialismo
cuscatleco, en aras de lo cual y pese a los
desaciertos que puedan señalársele, hizo entrega total
de
su vida y de su obra
San Salvador,
septiembre
de 2001.